Llorar hasta caer rendida en la cama mientras aquel cantante
de copla no para de sonar una y otra vez haciendo que la pueda ver tatarearla
en aquel sillón verde. Todos los días se vuelven domingos para ella, y todos
los malos en 27. Sus recuerdos se van descilando por sus mejillas hasta que
desaparecen en su almohada. Todos los consejos en una sola voz y las carcajadas
y sonrisas desaparecen por días. Ella se esconde detrás de sonrisas y
"estoy bien" bastante convincentes cuando en realidad solo le quiere
gritar a los cuatro vientos que está jodidamente mal. Cada 27, la niña de los
ojos marrones repite la misma hazaña hasta que la luz solar no es visible para
nadie; para ella hace tiempo que dejó de existir. Ella ya no es la misma, y
raramente volverá a serlo, aunque lucha contra viento y marea para que no sea
así, para que vuelva a ser la misma risueña de antes. Pero esa niña se mezcló
con el agua salada hace ya tiempo. Solo pide ser despertada y que solo haya
sido una mala pesadilla, pero nadie le hace su sueño realidad. Ocho mil
lágrimas perdidas a las cuatro de la mañana y toda una cara estropeada por ellas
mientras ve fotos, sus fotos. Solo ella sabe lo que hay dentro de ella misma, y
son solo recuerdos en movimientos. Recuerdos que dan lugar a llantos
silenciosos. Nada volverá a ser igual, y ella, por desgracia, lo sabe,
al igual que nunca más volverá a estar bien, porque hace tiempo que dejó de
estarlo.