viernes, 27 de abril de 2012




Llorar hasta caer rendida en la cama mientras aquel cantante de copla no para de sonar una y otra vez haciendo que la pueda ver tatarearla en aquel sillón verde. Todos los días se vuelven domingos para ella, y todos los malos en 27. Sus recuerdos se van descilando por sus mejillas hasta que desaparecen en su almohada. Todos los consejos en una sola voz y las carcajadas y sonrisas desaparecen por días. Ella se esconde detrás de sonrisas y "estoy bien" bastante convincentes cuando en realidad solo le quiere gritar a los cuatro vientos que está jodidamente mal. Cada 27, la niña de los ojos marrones repite la misma hazaña hasta que la luz solar no es visible para nadie; para ella hace tiempo que dejó de existir. Ella ya no es la misma, y raramente volverá a serlo, aunque lucha contra viento y marea para que no sea así, para que vuelva a ser la misma risueña de antes. Pero esa niña se mezcló con el agua salada hace ya tiempo. Solo pide ser despertada y que solo haya sido una mala pesadilla, pero nadie le hace su sueño realidad. Ocho mil lágrimas perdidas a las cuatro de la mañana y toda una cara estropeada por ellas mientras ve fotos, sus fotos. Solo ella sabe lo que hay dentro de ella misma, y son solo recuerdos en movimientos. Recuerdos que dan lugar a llantos silenciosos. Nada volverá a ser igual, y ella, por desgracia, lo sabe, al igual que nunca más volverá a estar bien, porque hace tiempo que dejó de estarlo.